jueves, 13 de noviembre de 2014

Tres novelas cortas cinematográficas

Estoy empezando a cogerle el gusto a la novela corta, esa distancia tan denostada en la literatura actual. Tras el trío que ya reseñé, le toca ahora turno a otras tres seguramente más conocidas por su versión cinematográfica que por sí mismas.

El amante (Marguerite Duras, 1984). La obra más famosa de su autora, sobre todo a raíz de la película de 1992 que supuso el debut de la pobre Jane March, a la que encasilló en papeles de destape pese a su gran interpretación. La historia se centra en la polémica relación de la protagonista, una adolescente francesa en Indochina, en los años 20, con un joven chino de mayor categoría social.

Como affaire escandaloso lo tiene todo: diferencia de edad, de etnia, dos extranjeros en un país colonizado... Se supone además que la historia es autobiográfica, que la propia Duras la vivió, lo que le añade un morbo que las diversas ediciones se afanan en aprovechar (por ejemplo usando para la portada una foto suya de la época).

Pero la gran sorpresa que se lleva el lector es que, a la hora de la verdad, esa relación ocupa una parte muy pequeña del texto, que además es bastante complejo pese a su brevedad. Duras prescinde de cualquier convención narrativa y va soltando párrafos que hablan de una cosa o de otra, tanto de la época que vivió en Asia como de después, cuando regresó a Francia. Me parece que cuenta más cosas sobre su madre y sus hermanos que sobre la relación que le da título. No obstante, para el que guste huir de la literatura al uso es una gozada. Sus descripciones de las sensaciones, los olores y las sensaciones vitales de Camboya son espectaculares.

He leído este libro en la edición Maxi de Tusquets, correcta y muy barata. Quien desee ir más al grano debe saber que existe otra versión, llamada El amante de China del Norte, más ajustada la historia que se relata en el film, pero que carece de las reflexiones internas de la protagonista, que son quizá lo más interesante.


Desayuno en Tiffany's (Truman Capote, 1958). Es muy complicado leer este libro sin tener en la cabeza continuamente la magnífica película de Blake Edwards, y eso lastra la experiencia porque, aunque comparten cierto número de escenas, la novela es mucho menos edulcorada que la versión cinematográfica homónima (homónima en su versión original, aquí pusieron eso de "con diamantes" porque nadie debía de saber qué era Tifanny's).

Para empezar, la novela no es romántica y no existe en ella una relación sentimental entre Holly y el narrador, del cual incluso se ha sugerido con buen tino que podría ser homosexual, como el propio Capote. Evidentemente, el personaje de la mujer madura que lo mantiene tampoco existe. La propia época es diferente, ya que aquí todo transcurre mientras se desarrolla la Segunda Guerra Mundial; las connotaciones, por tanto, no pueden ser las mismas que en los liberales años 60.

La esencia de Desayuno en Tiffany's descansa, por tanto, en ese maravilloso personaje que es Holly Golightly, esa chica encantadora a su pesar, arribista inestable, con un rechazo casi patológico a cualquier tipo de compromiso y que se engaña a sí misma tanto como a los demás. Se ha debatido mucho sobre si Holly, que en el libro es bastante más basta, directa y desvergonzada que el papel interpretado por Audrey Hepburn, se podría considerar o no una prostituta. Quizá, simplemente, no hay términos adecuados para clasificarla.

La edición de Anagrama, que aprovecha como gancho publicitario el quicuagésimo aniversario de la película, incluye otros tres relatos de Truman Capote: Una casa de flores, Una guitarra de diamantes y Un recuerdo navideño. Son tristes y alegres a la vez, aunque no dejan tanto poso como la novela corta principal.


El buscavidas (Walter Tevis, 1959). Aquí hago algo de trampa, porque con sus 250 páginas se la puede considerar una novela por derecho propio, aunque la letra sea un poco grande. Pero haré la vista gorda por lo rápido que se lee y porque, narrativamente, se trata de un único hilo ininterrumpido, con una trama principal y sólo una secundaria (su relación con la chica).

El buscavidas gira alrededor del ascenso como jugador de billar "profesional" de Eddie Felson, por lo que podéis esperar largas escenas con taco, troneras y paño verde. Pero también tiene mucho de novela negra, no tanto en la trama como en el ambiente sórdido, traicionero y desesperanzado en el que se mueven sus personajes. También por los castigos físicos que sufre el protagonista, que no describiré pero que recuerdan a la habitual paliza que debe soportar el detective durante su investigación. El final me resultó anticlimático, pero supongo que era lo más adecuado dada su trayectoria.

En este caso la edición corresponde a Alamut y data de 2009, dentro de la colección Marelle. El ejemplar era uno de los que se ofrecían de forma gratuita dentro del pack de bienvenida de la Hispacón 2013, y lo escogí precisamente porque no tenía nada que ver con la temática de la convención. Como la propia portada desvela, el libro fue adaptado a la gran pantalla en 1961 y protagonizado nada menos que por Paul Newman.

Existe una segunda parte llamada El color del dinero, emplazada veinte años después. En ella, Felson toma un joven protegido e intenta transmitirle su experiencia. También ha sido publicada en castellano por Alamut, y de nuevo fue llevada al cine y protagonizada por Paul Newman, aunque en esta ocasión compartía reparto con Tom Cruise y, en consecuencia, no era lo mismo.


Aquí lo dejo. Las tres novelas me han dejado un regusto agridulce; ninguna era lo que esperaba aun cuando calidad no les falta en ningún momento, y en el desarrollo de los personajes son impresionantes. El buscavidas ha sido quizá la mas sorpresiva, porque al no haber visto la película carecía de condicionantes previos, mientras que en las otras dos hay una "pelea" entre la idea cinematográfica y la impresa, pero recomiendo cualquiera de las tres si buscáis textos diferentes a lo habitual, intensos y breves.

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