lunes, 3 de junio de 2013

El extraño sex-appeal de Lovecraft

Lovecraft está de moda, es un hecho. Me limitaré a señalar la convocatoria de Calabazas en el Trastero: Especial Mitos de Cthulhu, pero no es el único ejemplo. Llevo contadas cuatro o cinco antologías en mayor o menor medida lovecraftianas publicadas este año, y las que quedarán.

No son pocos los que, al descubrir la obra de Howard Phillips Lovecraft, se sorprenden de la fama que goza en determinados círculos. Seamos sinceros, si HPL tiene tanto éxito en la actualidad no es por su discutible calidad literaria (aunque pergeñara unos cuantos relatos excelentes). La fertilidad de su imaginación guarda más relación con esa fama post mortem, pero no lo es todo. Lo que atrae de Lovecraft es lo raro que era el hombre, y el fracaso que supuso su vida.

Lovecraft publicó poco y mal, con un éxito muy limitado, y se dejó los cuernos trabajando de negro para auténticos inútiles que ni siquiera le reconocieron su esfuerzo. De su frustrante matrimonio con Sonia Greene mejor no hablemos. Su situación económica fue siempre mala y murió relativamente joven de una dolorosa enfermedad. Para los que no estamos muy contentos con la vida que llevamos, es un ejemplo de que nunca hay que perder la esperanza. ¡Igual empezamos a ser famosos cuando hayamos muerto, si nuestra vida es lo suficientemente patética!

Sí, vale, tampoco Edgar Allan Poe gozó del éxito en vida, pero estuvo en el ejército, era alcohólico y se casó con su prima adolescente. Sabía disfrutar de la vida. En cambio, Lovecraft era un bicho raro (incluso más raro que yo, que ya es decir). Un puritano tímido y apocado, reaccionario en muchos aspectos, racista y misógino, apegado a un pasado idealizado que nunca existió. Nunca fue un hombre de su tiempo. Era culto, educado, amable e inteligente, pero no supo sacar provecho de esas virtudes. ¿Cómo podríamos no sentirnos atraídos por él?

Por eso hay tantísimas biografías y entrevistas a quienes le conocieron, aunque fuera de pasada. Por eso aparece como personaje en tantas novelas y se reeditan incluso sus historias más infumables. Nos fascina que un hombre cuyo paso por este mundo se puede considerar un fracaso haya alcanzado con el tiempo tales cotas de fama. Y claro, cuanto más famoso es a más gente fascina y se hace más famoso aún. Es una espiral viciosa.

¿Durará por siempre este fenómeno, o llegado cierto punto considerará la mente colmena colectiva que Lovecraft ya es lo bastante famoso, y que por lo tanto deja de tener sentido tomarlo como paradigma del fracaso? Quién sabe. Mientras tanto, no faltarán quiénes gracias a su nombre ganen más dinero del que él vio en toda su vida.

Por cierto, si a alguien le interesa el corsé de Lovecraft que abre esta entrada (hay gente pa tó) puede encontrar más imágenes en The Lovecraftsman. Me parece que la prenda en sí ya no está a la venta.

1 comentario:

Santiago Eximeno dijo...

Es un no parar, ahora otra de microrrelatos

http://www.penumbria.net/trilogia-cthulhu/

:)