viernes, 27 de septiembre de 2013

Premio Liebster

Hete aquí que Santiago Eximeno se aburría, y como tenía once premios Liebster que repartir, no se le ocurrió mejor idea que colgarle el sambenito a este blog, junto a otros diez pringados. Mientras rumio mi venganza, va la respuesta a las preguntas que plantea.

1) ¿Por qué un blog?

¿Y por qué no? Veamos, en un principio me planteé reusar algún subdominio de Leyenda.net para estas cosas, pero me parecía mal mezclar una faceta con la otra, sobre todo porque aquello es más una comunidad de los Mitos y esto había de ser algo muy personal dedicado a mis escritos. Pero lo que acabó de decidirme es que parece que la gente va con más facilidad a un blog estándar que a una página personal, por raro que resulte (o al menos a mí se me hace raro).

2) ¿Merece la pena mantenerlo?

Pues... Para mí es un medio de ir consignando mis reflexiones y ocasionales avances, y en ese sentido me supone muy poco trabajo, así que sin duda merece la pena. Si pretendiera tomármelo en serio, siguiendo un ritmo fijo y buscando impacto en el público, seguramente el balance sería negativo.

3) ¿Lees habitualmente otros blogs?

Consulto de forma habitual bastantes blogs, pero seguirlos al día más bien no (algún webcomic, si me acuerdo...).

4) ¿Crees que abrir un blog te hace formar parte de un colectivo?

En absoluto, y menos ahora que están prácticamente pasados de moda.

5) ¿Cada cuánto tiempo actualizas el blog?

Je, je. Cada nunca. Dicho de otro modo, cuando me da o cuando tengo algo urgente que decir. Sí que tengo otro blog de videojuegos, Escarbajuegos, que intento actualizar dos veces al mes (y por cierto, este mes lo voy a tener difícil para conseguirlo).

6) ¿Te preocupan las estadísticas de acceso a tu blog?

Si me preocuparan ya me habría suicidado, son ínfimas.

7) ¿Qué te motiva a la hora de escribir los contenidos?

Normalmente mis entradas obedecen a uno de estos motivos: ha pasado algo que quiero comentar o anunciar, o me ronda una idea por la cabeza que quiero plasmar para futura referencia.

8) ¿Te incomoda recibir un premio como este?

Un poco, aunque también hace cierta ilusión (infantil que soy). Por un lado me crea el trabajo adicional de preparar este artículo, y encima tengo que pensar a quiénes premio, pero supongo que el factor que tiene de interacción social forma también parte de un blog.

9) ¿Prefieres alternativas como Facebook o Twitter a un blog?

No me gusta Facebook ni ese tipo de redes sociales. En cuanto a Twitter, lo veo muy diferente a un blog, aunque se pueden compenetrar bien, sirviendo uno de apoyo al otro.

10) ¿Cuánto tiempo llevas conectado/a?

¿Conectado sin parar, o desde que tuve Internet? De lo primero, unos quince minutos. De lo otro va a hacer catorce años ya. Dios, qué viejo.

11) ¿No son once preguntas y once blogs a nominar muchos?

Pues sí, sobre todo lo segundo. A ver de dónde saco yo once blogs que sepan quién soy...

And the winners are...

Los once blogs a los que concedo el Liebster (que por otro lado seguramente lo tengan ya) son:

  1. Numen Errático
  2. Cree lo que quieras
  3. Camarada Cthulhu
  4. Escrito en agua
  5. Susurros desde la oscuridad
  6. Historias que no contaría a mi madre
  7. La morgue del London Hospital
  8. La raíz podrida
  9. Fundación Pickman
  10. Escalando las Montañas de la Locura
  11. La BD

Once preguntas

No se me ocurrían preguntas interesantes, así que he reciclado a partir de las que le habían planteado a Eximeno y alguna otra:

  1. ¿Por qué decidiste comenzar tu blog?
  2. ¿Si pudieses volver a empezar, qué harías diferente en tu blog?
  3. ¿Qué crees que atrae a los lectores a tu blog?
  4. ¿Con qué frecuencia actualizas tu blog?
  5. ¿Cuánto tiempo le dedicas a preparar las entradas de tu blog?
  6. ¿Cuál crees que será la evolución futura de los actuales blogs?
  7. ¿Te preocupan las estadísticas de acceso a tu blog?
  8. ¿Se sabe en tu entorno de la "vida real" que tienes este blog?
  9. ¿Qué considerarías como "éxito" de tu blog?
  10. ¿El blog te ha generado alguna anécdota que quieras y puedas compartir?
  11. ¿Cuántos Liebster llevas ya?

Hale, a otra cosa, mariposa.

martes, 17 de septiembre de 2013

Seleccionado para Calabazas en el Trastero: Especial Mitos de Cthulhu

La semana pasada salieron los resultados de la Convocatoria Calabazas en el Trastero: Especial Mitos de Cthulhu. Seguro que ya habéis visto cuáles son los relatos seleccionados, pero para que quede bonito ahí van, en riguroso orden alfabético:

  • En los oscuros recodos del tiempo, por Gema del Prado Marugán y Miguel Martín Cruz
  • Escribiendo el Miserere, por Pablo Loperena
  • Fe, por Santiago Eximeno
  • La caída del hombre, por Carlos García
  • La Otra Ciudad Sin Nombre, por Patricio G. Donato
  • La transfiguración, por Ricardo Giráldez
  • Las manos que las aniquilan, por Víctor Villanueva Garrido
  • Los Que Descienden Al Mar En Naves, por Javier F. Bilbao
  • Memorias de un esquizofrénico, por Eduardo Casas Herrer
  • Neotenia, por Aitor Solar
  • Nigredo, por Josué Insua
  • Scharat Tse On Aaritse, por Juan Ángel Laguna Edroso
  • Y a dibujar tentáculos, por Daniel Guzmán Álvarez

Creo que va a quedar muy buen libro, además de por los propios relatos, gracias a la portada de Rodrigo Rodríguez Tendero y el prólogo de Mikel Rodríguez. Esperamos presentar el volumen a primeros de noviembre, ya iré informando de los detalles específicos. Pero hoy quiero hablar de otra cosa.

Hay un tema que a nadie se le escapa a poco avispado que sea, y es que mi nombre aparece entre los seleccionados. No soy el único miembro del jurado en esa situación, pero no voy a eso. Sopesé durante largo tiempo si era conveniente presentarme o no al concurso. Estaba amparado por las normas (uno no se puede votar a sí mismo, los demás jueces no saben que el relato es tuyo, y luego se hace la media con un voto menos), pero la esposa del César no sólo ha de ser honrada, sino parecerlo. Por otro lado, hay pocas oportunidades para publicar relatos de los Mitos en castellano y me parecía una muestra de apoyo hacer el esfuerzo de participar, y digo esfuerzo porque no tenía ningún relato adecuado disponible y se me echaba el tiempo encima.

Lo que acabó de decidirme fue esta entrada en su blog de Juan Ángel Laguna Edroso, precisamente el amo del cotarro en lo que a Calabazas en el Trastero se refiere. Él también ha aparecido en unas cuantas Calabazas siendo jurado (en esta misma sin ir más lejos, y os garantizo que no supe que el relato era suyo hasta que se hicieron públicos los votos; de hecho, otra obra que envió la puse a parir y aún no he recibido la visita de sus padrinos). Me gustó su frase "aquí lo que buscamos es hacer la mejor antología de género fosco posible". Yo creía que podía hacer un buen relato de los Mitos y debía intentarlo. Y si no salía elegido, pues en el fondo casi que mejor (aunque esto se dice con la boca pequeña, porque quien afirme que le da igual no ser elegido miente o no tiene sangre en las venas).

Cuando decidí que sí, que iba a escribir algo y enviarlo, me impuse el objetivo de que, si salía elegido, no debía quedar ninguna duda sobre la idoneidad de mi relato. No bastaba con que fuera bueno, había de ser el mejor. Que no cupiera ninguna sospecha de favoritismo. Debía dejar a todo el mundo diciendo "guau, este hombre sí que sabe escribir sobre los Mitos".

Fue un error, la presión que me habia impuesto a mí mismo me bloqueó y casi no llego a tiempo. Al final medí mal los ritmos narrativos y tuve que pasarme 150 palabras del máximo (y ojo, que mis compañeros casi me lo tiran por eso). El jurado me ha criticado, seguramente con razón, que los diferentes registros de cada personaje no están muy pulidos, y a eso añado yo que la acción está demasiado comprimida. Y aun así, cuando lo he releído ahora junto a los otros doce para decidir el orden en el que aparecerán en la antología, me ha quedado buen sabor de boca. ¿Es el mejor? Lo dudo. ¿Es una digna inclusión? Eso lo tendréis que juzgar vosotros, pero yo creo que sí. Estoy orgulloso de mi criaturilla, aun con sus defectos.

Otro día os hablo del relato en sí y de lo que me empujó a plantearlo en su forma definitiva.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Literatura de género y exigencia

Surge últimamente un conflicto en lo que se ha venido a llamar ficción de "género", tanto en la literatura como en el cine como, en menor grado, en el cómic (quizá porque, para la mayoría de la gente, sólo hay un tipo de cómic). Este conflicto, en el que seguro que se han implicado alguna vez mis amados y escasos lectores, es el que existe entre quienes le piden a la obra en cuestión que satisfaga ciertas aspiraciones culturales y los que consideran, por el contrario, que "con que entretenga ya vale".

No creo necesario indicar en qué bando me sitúo, asumiendo en cualquier caso que no se trata de una frontera impermeable y que cada uno le exige más o menos a una película o una novela en función de sus circunstancias personales, y que lo mismo que me puede valer un cómic ligero bien dibujado, a una película le pido mucho más. No obstante, lo que más me sorprende de este debate es lo retrógrado que parece. ¿No habíamos quedado ya en que la ciencia-ficción, la fantasía, el terror y demás podían crear obras tan profundas y perdurables como cualquier otro género? ¿Por qué ahora los propios aficionados, los que más capacitados están para exigir un nivel digno, bajan la altura del listón?

Por limitarnos a la palabra escrita, la literatura "popular" ha tardado siglos en alcanzar cierto reconocimiento, aún muy lejano al que disfruta la considerada "seria". Durante mucho tiempo se sostuvo que esta literatura era meramente escapista y no podía reflejar las auténticas inquietudes de la psique humana, y sólo muy lentamente los críticos han ido dando su brazo a torcer. Es tirar piedras contra nuestro propio tejado dejar de exigir calidad a los libros que nos gustan, y conformarnos con que sirvan para pasar el rato. ¿Tiene algo de malo leer por distraerse? No, salvo que de tanto hacerlo el mercado se enrarece y ya no queda sitio para la exigencia. No necesito referirme a ejemplos del mundo real para afirmar que, cuando no hay competencia por mejorar el nivel, la mediocridad de extiende como la lepra. En efecto, el lector, como el votante, tiene la responsabilidad de exigir el máximo.

Si bien el concepto de calidad literaria posee un componente subjetivo nada desdeñable, está claro cuándo una novela trata de ofrecer algo nuevo (con mayor o menor fortuna) y cuándo se limita a la repetición de clichés ya agotados, que sólo buscan agradar a un lector acostumbrado a esos lugares comunes que le resultan tranquilamente placenteros, en una suerte de estéril masturbación mental. Sucede en los pastiches sobrecargados que tratan de emular un estilo anticuado bajo la justificación de una mal entendida nostalgia (créanme, el 90% de lo que se publicaba en los pulp sólo valía para eso, para hacer pulpa), en las innumerables sagas donde el protagonista lo conseguirá todo porque él lo vale (ya hablemos de elegidos por la profecía o vampiros sin otra maldición que el mal gusto al vestir), confiando en la identificación de un público joven acostumbrado a la ley del mínimo esfuerzo, y también lo vemos en la exaltación de la violencia y la casquería, buscando una reacción del estómago antes que el cerebro (sí, infinitos libros de zombis, pienso en vosotros).

¿Qué comparten todos estos ejemplos? El desprecio por la inteligencia del lector y la debilidad de sus tramas. Personajes planos, planteamientos superficiales, mensaje banal. Son historias que no aguantan un mínimo análisis, porque no están pensadas para hacerlo. Se trata de una subcultura hecha para consumirse tan rápido como es olvidada, dejando espacio para la siguiente hornada en una espiral consumista densamente liviana. Como ocurre con tantas otras cosas. ¿Acaso es culpable el autor por seguir la corriente del tiempo que le ha tocado vivir, por dejarse ir y tratar de pasar un buen rato, sin esforzarse en crear una obra perdurable? La respuesta depende de cada uno. Para mí, tratar de elevar el nivel literario, en la modesta medida de nuestras posibilidades, es un deber que contrajimos al leer a los maestros que nos precedieron.