martes, 27 de octubre de 2015

Penumbra 2015

El sábado pasado, durante la celebración de las jornadas de Penumbra, recogí el premio Nosferatu de las manos (frías y muertas) de Juan Ángel Laguna Edroso, capo di tutti capi de Saco de Huesos. Se suponía que tenía que haber una ceremonia propiamente dicha, un discurso y demás, pero eran ya las tantas de la noche porque la cena se retrasó mucho, yo estaba molido y soy un asocial de toda la vida, así que nos hicimos la foto de rigor y arreando (soy un impresentable, qué le vamos a hacer). Poco después me arrojaba en brazos del acogedor colchón del hotel. Lo que no he encontrado todavía es el jugoso cheque que acompaña siempre al premio y que me permitirá vivir de rentas de aquí en adelante.

De Penumbra en sí poco puedo decir, porque sólo estuvimos un rato durante la tarde del sábado. Encima, como el ruido elevado me cansa físicamente (sí, soy así de raro), preferí ausentarme un rato de la sala Utopía y pasear por las calles de Zaragoza, una ciudad que no visitaba desde hacía unos cuantos años y que me trae buenos recuerdos. Dicho sea de paso, mientras caminaba sin rumbo por los bulevares de la avenida, rodeado de silenciosos tranvías, me crucé con un grupo de chavales adolescentes. Uno de ellos comentaba en ese preciso momento: «Al lado del ascensor hay un hueco pequeño donde cabe una mujer, igual la dejó ahí». Lo dijo con una naturalidad que me resultó escalofriante. La frase se me quedó en la memoria y me dije que ese es el terror real, el cotidiano, casi anodino, indiferente al sufrimiento, y no las historias góticas recargadas a las que tanto recurren los escritores. Reflexiones de un solitario, vaya .

Por lo que me ha comentado todo el mundo, las jornadas fueron un éxito y los participantes se lo pasaron genial, así que os animo a asistir en las futuras ediciones que sin duda se organizarán. Por cierto, gracias a Cristina Arias me llevé por la jeta un ejemplar de El jardín crepuscular, de John Clute, un glosario de elementos comunes a la literatura de terror que tiene una pinta estupenda, por más que algunas afirmaciones sean discutibles. A mí es que el análisis literario me encanta.

viernes, 16 de octubre de 2015

Auge y caída de la antología colectiva

Suelo pasarme con asiduidad por la página de una librería online sobre literatura de género, para estar atento a las novedades y reediciones de libros que me interesan. Hoy es viernes. Pues bien, desde el lunes se han puesto a la venta cinco nuevas antologías colectivas de autores españoles, y en la sección de avances han aparecido otras cuatro. No ha sido una semana especial, últimamente esos son números normales, volumen arriba o abajo. ¿Saturación? Sin duda.

¿Qué público real tienen esas antologías? Muy escaso. A ver, alguien las lee, seguro. Los amigos de los autores, para empezar, y si estos se mueven bien por redes sociales, puede que caigan algunos lectores más. También se suelen vender mejor si versan sobre un tema muy específico (yo, por ejemplo, me leo casi todas las de Mitos de Cthulhu). Pero poco más. Si habéis aparecido como yo en unas cuantas antologías, ya habréis comprobado que la bolsa de lectores se limita por lo general a los compañeros que también están incluidos en el libro (y a veces ni eso) y algunos aficionados muy fieles. Fuera de ese círculo, raro es que te llegue algún comentario sobre tu relato.

¿Y cómo es que salen tantas? Bueno, este es un tema que levanta ampollas, pero se ve que para algunas editoriales pequeñas la publicación de antologías colectivas es rentable y casi un valor seguro. Sí, venden poco, pero más que el libro (o peor aún, la antología) de un único autor desconocido. Con que cada uno de los seleccionados consiga que tres o cuatro personas adquieran el libro (o compre él mismo varios ejemplares para regalar), los gastos están cubiertos y quizá hasta quede algo de beneficio. Pero claro, para esto es esencial que los autores se impliquen en la promoción de la antología y para eso lo ideal es que sean novatos. ¿Cómo, mejor que experimentados? Sí, es mejor tener autores neófitos, que van a divulgar con entusiasmo la antología porque les hace mucha ilusión y aún no tienen quemados a sus contactos. Porque a un colega le puedes convencer de que se compre el primer libro en el que sales, pero al noveno te va a mandar al carajo.

Ojo, que ya sé que no todas las editoriales hacen esto, que las hay que miman sus antologías y buscan los mejores relatos, y encima pierden dinero con cada una, pero el resultado es el mismo: saturación de antologías colectivas. Si las hay buenas, que no lo dudo, como lector me es imposible descubrirlo porque aparecen como champiñones tras la lluvia y desaparecen del candelero con la misma rapidez (antologías que salieron hace un mes, y no exagero, ya no están disponibles). Y no me digáis que puedo fiarme de las críticas, por favor…

Hubo una época en que las antologías colectivas parecían una buena idea, en particular en un campo tan poco atrayente para el gran público como ha sido tradicionalmente en España la literatura de género. Reunir a diez o doce escritores de género (no había muchos más) y preparar una antología variada y de calidad permitía superar barreras, darse a conocer y demostrar que aquí también se escribían relatos de calidad. Una buena carta de presentación. Pero ese tiempo pasó, la antología colectiva ha muerto de éxito. O de fecundidad más bien. Es muy fácil preparar una antología (sobre todo si no hace falta que sea muy buena). Pones el anuncio de la convocatoria en cualquier parte y hala, a recibir originales a patadas. Juntas unos cuantos según el criterio que más te convenga y ya está. Faltaría maquetar, imprimir y distribuir, sí, pero es que eso es igual que con otro tipo de libro, y aquí la fase previa ha sido mucho más sencilla y rápida, con lo que además se puede reaccionar con mayor agilidad a lo que demanda el mercado. ¿Que algo se pone de moda? Antología colectiva al canto. Se puede preparar una en un par de semanas, si ya conoces a la gente adecuada y la temática buscada no es demasiado rígida. ¿Bromeo? No apostéis.

Así que como lector estoy saturado, vale. ¿Y como autor que ocasionalmente aparece en esas mismas antologías colectivas? Pues ahí me siento dividido. De hecho, esta es una de las ocasiones en las que me alegro de que poca gente lea este blog y me pueda acusar de hipocresía, porque faltaría a la verdad si dijera que esas antologías no me han sido muy útiles, y lo siguen siendo. No tanto por salir publicado, que aunque hace ilusión cada vez me dice menos, sino porque así me impongo plasmar sobre el papel y para una fecha determinada esas ideas que revolotean por mi cabeza y que de otro modo nunca escribiría, dada mi natural vagancia. Por eso me daría pena que el mercado implosionara y dejaran de hacerse este tipo de antologías, o que se preparasen cada vez con menor profesionalidad. Ahora bien, ¿es lo que va a ocurrir? Me temo que sí. Lo iremos viendo.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Pelmas en las conferencias

Esta es una entrada un tanto atípica que no tenía prevista, pero me he fijado en un fenómeno creciente y para mí bastante molesto, y es la gente que va a charlas y conferencias a exponer su punto de vista. Y no, no me refiero a los ponentes. Son miembros del público que aprovechan las rondas de preguntas para soltar su perorata y tratar de demostrar lo mucho que saben sobre el tema (y a lo sumo dejan caer una pregunta banal cuando terminan para justificar su intervención).

Para el resto del público es muy incómodo porque para empezar nos priva de escuchar a los oradores, que para eso hemos venido, pero es que además esta gente suele ser muy prepotente y plantea sus opiniones como hechos incontrovertibles. ¿Y qué debe hacer uno si no está de acuerdo con lo que dicen? Porque si nos ponemos a discutir allí con ellos, adiós a la conferencia. Y si callamos parece que les estemos dando la razón en todo, que evidentemente es lo que buscan.

Esto es más habitual de lo que parece. También me ha pasado como ponente, y creedme que te ves en una situación absurda en la que tú has ido allí a exponer un tema que te has preparado a fondo, y tienes que callarte para ver cómo la gente suelta sus idas de olla. Y encima tienes que hacer como que te parece muy bien porque "eres plural".

De verdad, si sabéis mucho sobre el tema en cuestión (que no lo dudo) pues lo habláis con los organizadores y que os dejen una sala para dar vuestra charla, pero dejadnos en paz a los que vamos a escuchar a las personas programadas, por favor.