miércoles, 22 de febrero de 2017

Cuarteto de Los Ángeles

Estaba pensando yo el otro día que he hablado muy poco de novela negra en este blog, tan sólo aquella reseña de las primeras obras de Raymond Chandler. Toca remediarlo, y qué mejor para ello que tratar de la opus magna de James Ellroy, con la que renovó e insufló nuevas energías en el género a finales de los años 80 y primeros 90: el Cuarteto de Los Ángeles, formado por cuatro novelas escritas entre 1987 y 1992.

Todas ellas están ambientadas alrededor de los años 50 en el cuerpo de policía de Los Ángeles, California, el muy corrupto y muy violento LAPD en una época en la que este era la autoridad incontestable de la ciudad. Las conexiones entre las novelas son puntuales: personajes secundarios, sucesos a los que se hace referencia, etc. De hecho se pueden leer en cualquier orden, aunque siempre es recomendable empezar por el principio. Lo que más destaca (mucho más que los endebles argumentos) es el estilo y la prosa de Ellroy, que se adaptan como un guante al submundo que nos presenta.

Estas novelas han pasado por infinidad de editoriales y tiradas, yo las leí en una barata que sacó Ediciones B en su momento, pero si no las tenéis ya (y me sorprendería) no hay dificultad en encontrar versiones actuales.

La dalia negra

Este fue mi primer contacto con la prosa de Ellroy, y la sensación fue como recibir un derechazo en la mandíbula, analogía que no está fuera de lugar ya que toda la primera parte de The Black Dahlia (1987) gira alrededor de los combates de boxeo entre dos miembros del cuerpo de policía, que luego se unen para investigar un crimen. Aunque así dicho tiene demasiado sentido, así que borradlo de vuestras cabezas; la verdad es que en la historia pasan un montón de cosas y no me veo capaz de unirlas en una explicación coherente. Seguramente Ellroy tampoco. Pero es una lectura casi imposible de dejar a un lado, que ya muestra la «potencia» (por llamar de algún modo a esa cualidad) de su prosa cuando se siente cómodo.

La novela está inspirada (puntualmente) en un famoso asesinato real ocurrido en 1947 que quedó oficialmente sin esclarecer (aunque había un sospechoso muy prometedor), y en mi opinión bebe también de clásicos del género como El sueño eterno, cosa que no puede ser mala. Fue llevada al cine, aunque mucho después que L.A. Confidential, en una película de 2005 dirigida por Brian de Palma que, francamente, es bastante mala y tiene aún menos sentido que el libro.

La dalia negra, James Ellroy.
Ediciones B, 2004. 531 págs.

El gran desierto

Lo voy a decir sin ambages: para mí The Big Nowhere (1988) es la mejor entrega del ciclo y, seguramente, de la historia de la novela negra. Ellroy cambia la temática de fondo, prescinde parcialmente de los conflictos raciales que suelen destacar en su retrato de Los Ángeles y toma como telón el conflicto político en la época de la caza de brujas del macarthismo. Narrativamente decide también arriesgar y adopta una estructura de protagonista triple, con tres policías que investigan por libre casos que acaban confluyendo, un esquema que debió de convencerle porque también lo empleó en su siguiente novela.

Ellroy aprovecha magistralmente el hecho de que el lector conozca los datos de las tres investigaciones pero cada protagonista sólo la suya propia (porque, típico del autor, no se fían de los demás) para crear una gran tensión en la que dan ganas de gritarle al personaje: «¡ahí lo tienes, sigue esa pista y lo descubrirás todo!». Y, por supuesto, el autor no cede un ápice a los deseos del lector y conduce a sus personajes a finales desastrosos y malsanos. Chapeau.

El gran desierto, James Ellroy.
Ediciones B, 2005. 570 págs.

L.A. Confidential

Con diferencia la novela más famosa de la serie (y me parece que la primera que se publicó en castellano) gracias a la película de 1997 que hasta se nos ha colado en la portada del libro (una costumbre detestada por los puristas, que lo sepáis).

En L.A. Confidential (1990) el autor recupera hasta cierto punto el esquema de tres policías investigando cada uno por su cuenta que tan buenos resultados dio en la anterior novela, aquí de nuevo con la brutalidad policial y los disturbios raciales como desencadenantes del argumento, pero en esta ocasión los personajes están más trabajados y poseen un carácter bien definido, aunque por otro lado perdemos la tensión interrelacional de El gran desierto. De igual forma es una excelente novela.

Debe de ser de los pocos casos en que tanto el libro como la adaptación al cine merecen totalmente la pena, cada uno por sus propias virtudes. El film realiza una labor de poda y simplificación que le hace mucho bien a la trama (que resulta así más clara y comprensible), pero a la vez se pierden muchos detalles y ese nihilismo azaroso tan característico de Ellroy. Esta diferencia se observa perfectamente en el final, bastante diferente de la novela a la película.

L.A. Confidential, James Ellroy.
Ediciones B, 2004. 611 págs.

Jazz blanco

El final de la serie es un tanto decepcionante, por lo menos para mí. Con White Jazz (1992) Ellroy vuelve a un esquema más simple de narrador único, lo que de por sí no tiene nada de malo, y se centra en los trapos más sucios del LAPD (a los que como siempre el autor añade muchos otros temas, como en este caso la inquietante figura de Howard Hughes).

Pero si en los libros anteriores teníamos personajes que se movían por la fina línea que separa el bien del mal, aquí nuestro policía, el teniente Klein, se halla firmemente asentado en el lado oscuro (y no me refiero a Star Wars, no me seáis críos) sin sentir el menor remordimiento mientras comete sus crímenes, con lo que la simpatía que podamos experimentar por él pronto se esfuma. Y la coherencia de la trama no es más sólida que en ocasiones anteriores.

Como interés paralelo de la novela, asistimos a la conclusión de la lucha intestina del cuerpo de policía de Los Ángeles entre el corrupto Dudley Smith y el manipulador Ed Exley (uno de los protagonistas de L.A. Confidential), lo que al menos deja sensación de final de ciclo.

Jazz blanco, James Ellroy.
Ediciones B, 2006. 477 págs.

Clandestino

Pero si esto es un cuarteto, ¿qué pinta aquí un quinto libro? En realidad Clandestine fue publicada en 1982, años antes de que diera comienzo propiamente dicho el cuarteto de L.A. (es, de hecho, la segunda novela de Ellroy). Sin embargo, se ambienta en el mismo «universo compartido»; se desarrolla en el seno del LAPD en 1951 y aparecen personajes que luego regresarían en los libros principales, como Michael Breuning y el brutal teniente de policía Dudley Smith. Como era de esperar, se acabó publicando en castellano para aprovechar el tirón de las otras novelas.

No sé si se le nota demasiado que en esas fechas Ellroy aún no había depurado del todo su estilo, o que yo ya estaba un poco cansado después de cuatro libros sobre temas similares, pero el caso es que Clandestino me resultó una novela más agotadora que satisfactoria. Tiene aspectos interesantes, entre otras cosas porque Ellroy hace aquí un ejercicio de autoficción, metiendo elementos del asesinato de su propia madre en 1958 como parte de la investigación policial del protagonista, y también porque se inclina más por el plano sentimental que en obras posteriores, pero en general no lo recomendaría como toma de contacto con el autor o con la serie de Los Ángeles en su conjunto. No obstante, si os han gustado los otros y queréis seguir con Ellroy, puede ser una buena opción.

Clandestino, James Ellroy.
Ediciones B, 2013. 477 págs.

jueves, 16 de febrero de 2017

Las estrellas estuvieron en posición

El otro día, navegando por DeviantArt, descubrí la preciosa ilustración The Old Astronomer, obra de Charlie Bowater, que inmediatamente me recordó a Las estrellas están en posición, el primer relato que logré publicar, hace ahora poco más de cuatro años. Una historia ambientada en los años 20 con una muchacha y las estrellas como protagonistas.

La primera vez siempre es especial (esto se aplica a muchas facetas de la vida ), pero con el tiempo te das cuenta de que sólo es especial para uno mismo. En la brutal avalancha continua de libros, relatos, novelas y cualquier cosa que imaginemos relacionada con la literatura, tu creación es apenas una estrella más en el firmamento, un grano de arena que pronto pasará al olvido (si es que llegó a salir de él), sumergido por la marea.

Afortunadamente aquel libro en particular (Calabazas en el Trastero 12: Horror Cósmico) sigue a la venta después de todo este tiempo, porque Saco de Huesos es una editorial pequeña pero mantiene vivas sus publicaciones (y tampoco es que se agoten normalmente las ediciones, para qué nos vamos a engañar), pero otros relatos de los que publiqué por esa época son ya ilocalizables. Es normal, es inevitable y en el fondo a nadie le preocupa. No, en muchos casos ni a los propios autores: sólo importa el futuro, dicen, hay que generar más contenido, publicar nuevos textos, mantenerse en la cresta de la ola.

¿Os habéis fijado, por ejemplo, en la cantidad de novelas y antologías que se publican cada mes, y las poquísimas reediciones que salen? O que casi nunca haya recopilaciones de relatos antiguos, todo ha de ser inédito (hasta lo exigen en las bases de los concursos, como si los hipotéticos lectores fuesen a conocer ya esas ignoradas historias). Todo nuevo, efímero, condenado al olvido. ¿Creaste algo bueno hace años? No sirve, está gastado, consumido, «hay que mirar hacia delante». El ayer no existe. Yo que que pensaba que lo bonito de la literatura era precisamente la intemporalidad de lo escrito, su permanencia a lo largo de siglos, y ya ves.

Pues a mí me gusta mirar hacia atrás, reencontrarme con viejas historias, volver a aprender lo que sabía en ese momento y he olvidado desde entonces. Recuperar incluso, cuando merece la pena, antiguos textos que no han perdido su valor, y darles una nueva oportunidad. Ya digo, un auténtico inadaptado.

miércoles, 8 de febrero de 2017

A la hora de escribir un relato

Parece que fue ayer cuando aparecía por primera vez en un libro una de mis historias, y a lo tonto ya llevo como treinta relatos publicados. Quieras que no, eso te va dando experiencia (aunque sea a golpes); ciertamente tengo las cosas más claras que al principio, aunque es bien sabido que la práctica nunca sustituye al talento.

No estoy en situación de dar lecciones a nadie, ni ganas, pero me consta que algunos seres (pocos, pero algunos y quizá humanos) leen los artículos que subo, por lo que he pensado que una breve guía puede serles de utilidad si por algún azar del destino desean meterse en este mundillo que tan pocas alegrías da.

Ya sabéis que odio con toda mi alma esas listas de «X cosas que debes hacer para escribir bien», porque para cada norma que dan hay alguna obra maestra de la literatura que se la salta a la torera, así que esto son meros consejos nacidos de mi experiencia, que quizá le resulten de utilidad a alguien. En el fondo todos son de mero sentido común, como suele ocurrir.

Apúntalo todo

Cuando lo veas en tu cabeza, apúntalo de inmediato; es muy fácil que pierdas la inspiración o te olvides de aspectos importantes. Sé que parece imposible, lo tienes tan claro que no se te va a ir… Pues pasará. Escenas, argumentos, motivaciones… Aunque sólo sea una descripción aislada que te seduce, ponla ya en negro sobre blanco. No hay excusa para no llevar siempre encima un cuadernillo de notas y un boli: son baratos y muy útiles.

Y aunque luego te acuerdes de la idea, sigue siendo mejor apuntarlo en caliente. Aunque no lo parezca, un texto fresco queda mucho mejor que cuando hay que tirar de memoria, en especial los diálogos, donde una pequeña diferencia en las palabras puede hacer que pierdan toda la fuerza.

Parte de un esquema

Hay quien puede ponerse a escribir por el comienzo y tira millas hasta llegar al final, bravo por ellos. Yo no soy así, y de hecho tengo serias dudas de que ese sistema funcione para algo mínimamente extenso o complejo. Para mí, el esquema es mi mejor amigo: divido el argumento en partes bien diferenciadas y apunto qué pasa en cada una y qué extensión aproximada tendrá. Si el esquema está bien hecho (y esto es más complicado de lo que parece), se comprueba de un vistazo si la historia funciona y merece la pena.

Lo ideal es que cada sección comprenda aproximadamente una escena, y que estén más o menos equilibradas. De hecho, he aprendido en mis carnes que no basta con apuntar de antemano lo que pasa, sino también por qué: tener clara la conexión causal entre episodios o secciones es muy importante. Trabajar a partir del esquema permite además copiar en su sección correspondiente todo lo que hemos anotado en nuestro cuadernillo de ideas, de forma que las secciones crezcan a partir de esas semillas, lo que sirve para superar el típico bloqueo inicial ante el papel en blanco.

Reduce personajes

Los personajes son como las pelotas de los malabaristas: hay que mantenerlos en movimiento todo el rato y no deben chocar entre sí. Y como sabréis si lo habéis intentado alguna vez, la dificultad crece exponencialmente con cada elemento adicional (inciso ameno: récord del mundo de malabares con siete bolas de forma sostenida). Con un alto número de personajes, lo más probable es que algunos estén poco desarrollados, poco aprovechados o despisten al lector. Repasa la lista de personajes y comprueba si son necesarios. Si puedes eliminar alguno, hazlo. Si puedes fusionar dos en uno, mejor aún.

Y diferencia bien los que queden, en personalidad, aspecto físico y hasta modo de expresarse. Idealmente uno debería saber qué personaje está interviniendo sólo con leer sus palabras, sin necesidad del «dijo Fulanito», aunque ya sé que no siempre es fácil conseguirlo. Un truco que suelo usar es no dar nombre a los personajes, así te tienes que asegurar por narices de que se diferencian bien por su función en la historia.

Mantén el nivel de detalle

Igual esto es algo que sólo me pasa a mí, pero yo lo comento por si acaso. Cuando uno realiza una (encomiable) labor previa de documentación o ambientación histórica puede ocurrir que, llevado por el entusiasmo, incorpore muchos detalles en la primera parte del texto y luego se vaya «olvidando» conforme avanza la trama.

Hasta cierto punto es normal, porque es al principio cuando tenemos que meter al lector en el entorno de la narración, y que luego sea el interés de la historia el que le haga seguir leyendo, pero un desequilibrio excesivo da sensación de pobreza. Conviene ir repartiendo homogéneamente los detalles, las palabras de época, las descripciones de elementos extraños, etc. Por suerte, esta es de esas cosas que normalmente se pueden arreglar durante la corrección. Y hablando de corregir…

No sutures hasta el final

Otra analogía cogida por los pelos: escribir es como operar. Si suturas la incisión con destreza, la piel quedará lisa, pero si luego hay que reabrir, al final aparecerá una fea cicatriz. Es mejor hacerlo todo mientras la herida está aún abierta.

Con esto quiero decir que no vayas puliendo el texto por partes, porque es muy probable que algún aspecto del resto de la narración te obligue a tocar lo que ya has dado por bueno (situación típica: decides al final que un personaje o elemento debe aparecer antes de lo previsto, para que quede más natural). Y modificar un texto que ya has corregido y pulido es mucho, muchísimo peor, créeme. Aunque vaya quedando todo «cogido con pinzas», no pasa nada, ya habrá tiempo de embellecerlo. Lo importante es que esté ahí todo lo que tiene que pasar en la historia. La fase de corrección sólo debe hacerse cuando todo el texto esté terminado.

Y ahí me paro. ¿De qué os van a servir estas cuatro o cinco pinceladas? ¡Absolutamente de nada! ¿No es maravilloso?